Con información de Machetearte
Al otro extremo de la tierra mexicana, en las montañas del sureste, cuenta una leyenda que, cuando la luna es una sombra apenas herida por un curvado rasguño de luz, una pregunta se dibuja en el espacio que los dioses primeros, los que nacieron el mundo, hicieron para que las pieles se crecieran en la caricia que alivia cansando. Y cuenta la leyenda que la pregunta se repite en el nocturno techo de los pueblos indios de todo el continente, cuando la luna es nueva en nuestros cielos.
La misma interrogación aparece en el cielo del norte de América, en tierra HAUDENOSAUNEE, de las Naciones Mohawk, Oneida, Cayuga, Onondaga, Seneca y Tuscarora, sobre el TSONERATASEKOWA, el Gran Árbol con las hojas siempre frescas; pasa por la tierra del Wayúu y se extiende hasta el cielo del Mapuche, en el extremo sur del continente. Cada luna nueva, una pregunta antigua: ¿Habrá vida para la tierra, la madre más primera? Y cuentan nuestros más mayores, los guardianes de la memoria, que la respuesta no fue creada cuando los dioses más primeros nacieron el mundo. Cuentan que fue dejada por ellos y ellas, los creadores, como pieza fundamental del rompecabezas del mundo. Cuentan que en el techo de la tierra la dejaron, que de modo la hicieron para que cada tanto apareciera, para que no se perdiera la memoria. Vino después el dinero mandón a la muerte mandar en estas tierras. Trajo destrucción y la nombró "modernidad”. Trajo robo y despojo y los nombró "civilización”. Trajo imposición y la nombró "democracia”. Trajo desmemoria y la nombró "moda". Porque, cuentan nuestros sabedores, la pregunta ni siquiera se alcanza a distinguir en las bóvedas del dinero en Wall Street, en las torres de cristal de las grandes corporaciones, en los bunkers de los malos gobiernos que duelen a lo largo del continente. Y cuentan que, por eso, sólo los pueblos originarios pueden leer en el cielo ésa y otras preguntas que dejó el inicio del mundo, el andar primero de la tierra.
Desde entonces, cuentan nuestros más antiguos, muchas respuestas se ensayan, canto se hacen, danza, lengua, color en tela y piel, palabra, historia, cultura, memoria. El de arriba, el Mandón, el dinero, tiene una sola respuesta, sólida como su cuenta bancaria, abundante como su codicia, creciente como su ambición.
"No", responde el dinero, "no habrá vida para la tierra". "Habrá negocio", argumenta para no decir "habrá muerte". En cambio, en nuestros pueblos, naciones y tribus originarias, la respuesta está rota, partida en muchas piezas, desperdigada en los calendarios y las geografías, perdida entre las fronteras que la muerte erige y gobierna. Hace 515 años, el dominador nos descubrió enfrentados algunas veces, divididos otras, fragmentados siempre. Conquistó entonces la sangre rota que unida estaba por la tierra. 515 años en que nuestros pueblos, naciones y tribus han buscado resistir, sobrevivir, luchar. Estas historias de dolor y de rebelde dignidad se escucharán ahora. Oído y palabra nos haremos para conocer lo que somos y en dónde estamos. Nombrado será el dolor de nuestra sangre y nombrado será el responsable: el dinero.
Nombrada será la experiencia y la sabiduría y nombrados serán nuestros pueblos. Nombradas serán nuestras demandas: la justicia que queremos, la democracia que necesitamos, la libertad que merecemos. Nombrado será lo que nos pertenece y nos fue y es arrebatado. Escucharán nuestros corazones y los de nuestra gente. Aprenderemos entonces, tal vez, que la respuesta que la tierra, la madre más primera, espera, el "sí" a la vida que reclama, empezará a dibujarse en nuestros cielos cuando sea colectiva, cuando este continente recupere la voz que hoy enmudecen con fuego, olvido y ruido. La voz más primera, la originaria, la nuestra. Entonces, tal vez, como la luna nueva que comienza hoy su paso de la sombra a la luz, empezará a dibujarse en nuestras niñas y niños la respuesta que vida será en su camino, en su paso, en su compañía. Para eso, tal vez, habrá que mirar atrás y muy lejos, que así llaman los nuestros a la memoria; habrá que ser dignos hoy y aquí, que así llaman los nuestros a la rebeldía; y habrá que caminar mundos que no existen todavía pero esperan la mano que los forme, la boca que los cante, el paso que los ande, que es así como los nuestros llaman a la lucha.




















































































































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