Vengo a cantarles, señores,
Una nueva novedad:
Y es que Zapata está vivo,
Pero vivo de verdad…
…Cuida el pueblo su leyenda
Con alfarero fervor,
La pule, la va puliendo,
La guarda en una canción…
Son muchos los cantos y corridos que, como éste de José Muñoz Cota nos muestran que en el sentir popular, los acontecimientos del 10 de abril de 1919 en Chinameca Morelos, resultantes de la traición del Guajardo para asesinar al caudillo suriano, el General Zapata, no cumplieron lo que sus superiores, Pablo González y Venustiano Carranza buscaban: el fin de una lucha arraigada en lo más profundo del ser y del sentir de los indios y de los campesinos del sur; de los herederos de las civilizaciones mesoamericanas, de lo que, todavía podemos llamar nuestro México.
Emiliano Zapata significó y significa todavía, en el pueblo mexicano la posibilidad de una lucha auténtica y digna.
El movimiento que él dirigió, desde un principio contó con un sentido de la historia, surgió y se alimentó del recuerdo de los agravios y traiciones sufridos por los campesinos desde tiempos inmemoriales, durante La Colonia, en el México Independiente, y durante el Porfiriato. Ese recuerdo, esa memoria histórica es uno de los principales pilares de su identidad política y social, porque a pesar de los siglos de ocupación y presencia capitalista desde el establecimiento de los primeros hacendados españoles, un sentimiento fue naciendo y se fue guardando por generaciones y generaciones, un sentimiento que aparentaba la aceptación y la sumisión de las reglas de dominio de los extraños, pero que en verdad lo que arropaba era toda una civilización negada, enraizada en las concepciones y valores ancestrales.
Los zapatistas del Ejército Libertador del Sur, tuvieron varios lemas que demostraban esos valores y concepciones ancestrales y que fueron unas de las características de su insurrección que los diferenciaba del resto de las facciones revolucionarias:
- ¡Abajo haciendas, arriba pueblos!
- ¡La tierra es de quien la trabaja!
- Libertad, Justicia y Ley, y el conocidísimo, de origen anarquista
- Tierra y Libertad
Sin adentrarnos demasiado en su análisis, podemos percibir claramente la presencia del carácter colectivo de su lucha, sobre todo en el primero. El demandar la desaparición de las haciendas y defender a los pueblos marca claramente la distancia con los movimientos que resaltan o enarbolan las características supuestamente innatas de los individuos. La lucha zapatista fue por el territorio, por las aguas, por su derecho a gobernarse, por rescatar las resistencias de los dominados, de ahí su fuerza social, de ahí la dignidad del movimiento.
Emiliano Zapata fue un caudillo, cuya presencia en los pueblos de Morelos, no surge al llamado de Madero con su Plan de San Luís. Para 1910, los pobladores del municipio de Villa de Ayala ya lo habían nombrado su calpuleque, o sea el que representaba al calpulli, para su defensa ante los constantes despojos de las haciendas azucareras de la región. Fueron varios sus confrontaciones con los hacendados, así como sus viajes a Cuernavaca y a la ciudad de México, acompañado por las autoridades tradicionales de otros pueblos para proteger la integridad de las tierras comunales. Los resultados siempre fueron negativos.
Su firmeza, honestidad y dignidad en la lucha armada, ya sea contra el gobierno de Porfirio Díaz, del de Francisco I Madero, del de Victoriano Huerta o del de Venustiano Carranza, encontraron su ocaso en Chinameca ese fatídico 10 de abril, pues sólo con la traición sus enemigos de clase y políticos pudieron desparecerlo de la contienda.
Durísimo fue el golpe para los pueblos que veían en él al caudillo que les facilitaría llegar a la solución de sus problemas, ya que sus objetivos siempre fueron inamovibles, la reivindicación de los desposeídos del campo, la restitución de los territorios usurpados, en fin, el bienestar para los de abajo. Y pasó lo que casi siempre pasa en estos casos: la gente se niega a aceptar su muerte y empieza a nacer el mito.
Fragmento del parte oficial de la muerte de Zapata dirigido al Gral Gildardo Magaña, según se publicó en 1934 por C. Reyes Avilés:
“Tengo la profunda pena de poner el el superior conocimiento de usted, que hoy como a la una y media de la tarde, fue asesinado el C. Gral. en Jefe Emiliano Zapata , por troipas del llamado Coronel Jesús Guajardo, quien con toda premeditación, alevosía y ventaja, consumó la cobarde acción en San Juan Chinameca….. Así fue la tragedia. Así correspondió Guajardo el alevoso, a la hidalguía de nuestro General en Jefe. Así murió Emiliano Zapata, así mueren los valientes, los hombres de pundonor, cuando los enemigos para enfrentarse con ellos, recurren a la traición y el crimen...”
Testimonio del General zapatista Carmen Aldana, dado en Tepalcingo, Morelos en 1974:
“...Zapata llevaba su escolta a Chinameca. Que llega uno a caballo:
- Le traigo un recado, jefe.
Y se inclinó para que Zapata le recogiera el papel.
- ¿Qué cosa quiere el general?
- Que vaya a una conferencia
- No general, no vaya usted, le dije
No se como llegaron los guachos (los del gobierno), con seis cartones de cerveza para Zapata. Nosotros estábamos al rayo del sol, ya nos andaba de sed. Entonces dice el general:
- ¿Qué van a hacer?
- Vamos a tomar cerveza
- Pero si esas cervezas deben estar envenenadas; qué casualidad, para que se los lleve la chingada
Cuando vimos que le hacen los honores (en Chinameca) con clarín, él sólo se bajó, tiraron de la hacienda al cerro, todos bajamos corriendo, ese Porfirio Palacios Murillo, su secretario también quedó ahí bien muerto, lo enterraron ahí en la hacienda a Zapata lo llevaron a la Villa de Ayala. Llegaron los de allá de Chinameca, iban a ver si era Zapata o no... A Zapata le faltaba un dedo (aseguran que lo perdió con una reata al amansar un caballo) estaba mocho y la persona que estaba tendida tenía sus dedos completos... Un compadre árabe andaba con él, y ese día se desaparecieron los dos; el árabe se lo llevó a su tierra. Y dijo el General Mendoza:
- Ahora infórmense dónde se fue..
El testimonio de un soldado raso llamado Plácido Amacende Pérez, en 1974 afirmó:
“Una mujer de los federales le dijo a Zapata:
- No vaya jefe, porque lo matan, ¡están poniéndole una emboscada!
Dicen que su compadre del jefe Zapata le dijo:
- Compadre no vayas; yo voy. Dame tu traje, dame tu caballo
Y dicen que le dio su traje y su caballo. Ese fue el que se presentó para que lo mataran, pues.
El soldado Miguel Cabrera Rojas de Tlaquiltenango, Morelos en 1975 dijo:
Se rindió Guajardo con Zapata. Iban a trabajar juntos; pero bajo acuerdo se sabía que no, que quería matarlo; pero le tenía miedo; no podía y por engaños, aquí en Chinameca lo logró. Pero no fue él, fue su compadre Jesús Delgado, a ese le dio su sombrero y lo invitaron a la sopa, a comer, estaba todo bien arreglado...”
Otro corrido nos canta:
Han publicado, los cantadores,Una mentira fenomenal, Y todos dicen que ya ZapataDescansa en paz en la eternidadPero si ustedes me dan permiso Y depositan confianza en mí,Voy a cantarles lo más preciso,Para informarles tal como vi. Como Zapata es tan veterano,Sagaz y listo para pensar, Ya había pensado de antemano Mandar otro hombre en su lugar.
Dicen que para muestra basta un botón y aquí tenemos algo de lo que se había construido -por lo menos hasta los años en que corresponden los testimonios- para aferrarse a la existencia del general suriano, pero, ¿por qué la necesidad de esa construcción? ¿Por qué hasta la fecha el aniversario de su asesinato es ocasión, como ninguna otra, de grandes movilizaciones populares de protesta y de demandas sociales fuera de los actos oficiales, por demás hipócritas y demagógicos?
En nuestros días Zapata es una bandera de rebeldía social porque las ideas políticas y sociales de su movimiento siguen con una vigencia plena y vigorosa, basta echarle un ojo a este párrafo de su Plan de Ayala:
«La Junta Revolucionaria del Estado de Morelos no admitirá transacciones ni componendas hasta no conseguir el derrocamiento de los elementos dictatoriales de Porfirio Díaz y de Francisco I. Madero, pues la Nación está cansada de hombres falsos y traidores que hacen promesas como libertadores, y al llegar al poder, se olvidan de ellas y se constituyen en tiranos.»:
¿No encaja perfectamente, si en lugar de los personajes mencionados ponemos los nombres de gobernadores como Ruiz Ferro de Chiaps, Rubén Figueroa, de Guerrero, Estrada Cagigal de Morelos, Mario Marín de Puebla, José Murat o Ulises Ruíz de Oaxaca, o cualquiera de los últimos diez presidentes de la república?
Finalmente no podemos dejar de mencionar la existencia de los principios del movimiento suriano en el alma de la resistencia y propuesta política del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Al igual que el General en Jefe Emiliano Zapata, los zapatistas contemporáneos no se la están jugando por llegar al poder, buscan como él, el bienestar de los desposeídos, de los de abajo, de los del México profundo, de los que han abonado y alimentado la civilización negada por este asesino sistema social de los ricos poderosos, sostenido por los malos gobiernos.
Por eso, a los que este sistema nos ha causado dolor de cualquier manera nos proponen que nos unamos y luchemos por una nueva relación entre los gobiernos y los gobernados, donde el que mande, mande obedeciendo, y alcancemos un mundo donde quepan todos los mundos que han sido negados, o sea donde quepan todos los que formamos el pueblo de México y que ya no queremos más ese sistema social. ¿No es eso lo que quería el general Zapata?
…Y es que Zapata está vivo, pero vivo de verdad… ¿Quién puede negarlo?
Una nueva novedad:
Y es que Zapata está vivo,
Pero vivo de verdad…
…Cuida el pueblo su leyenda
Con alfarero fervor,
La pule, la va puliendo,
La guarda en una canción…
Son muchos los cantos y corridos que, como éste de José Muñoz Cota nos muestran que en el sentir popular, los acontecimientos del 10 de abril de 1919 en Chinameca Morelos, resultantes de la traición del Guajardo para asesinar al caudillo suriano, el General Zapata, no cumplieron lo que sus superiores, Pablo González y Venustiano Carranza buscaban: el fin de una lucha arraigada en lo más profundo del ser y del sentir de los indios y de los campesinos del sur; de los herederos de las civilizaciones mesoamericanas, de lo que, todavía podemos llamar nuestro México.
Emiliano Zapata significó y significa todavía, en el pueblo mexicano la posibilidad de una lucha auténtica y digna.
El movimiento que él dirigió, desde un principio contó con un sentido de la historia, surgió y se alimentó del recuerdo de los agravios y traiciones sufridos por los campesinos desde tiempos inmemoriales, durante La Colonia, en el México Independiente, y durante el Porfiriato. Ese recuerdo, esa memoria histórica es uno de los principales pilares de su identidad política y social, porque a pesar de los siglos de ocupación y presencia capitalista desde el establecimiento de los primeros hacendados españoles, un sentimiento fue naciendo y se fue guardando por generaciones y generaciones, un sentimiento que aparentaba la aceptación y la sumisión de las reglas de dominio de los extraños, pero que en verdad lo que arropaba era toda una civilización negada, enraizada en las concepciones y valores ancestrales.
Los zapatistas del Ejército Libertador del Sur, tuvieron varios lemas que demostraban esos valores y concepciones ancestrales y que fueron unas de las características de su insurrección que los diferenciaba del resto de las facciones revolucionarias:
- ¡Abajo haciendas, arriba pueblos!
- ¡La tierra es de quien la trabaja!
- Libertad, Justicia y Ley, y el conocidísimo, de origen anarquista
- Tierra y Libertad
Sin adentrarnos demasiado en su análisis, podemos percibir claramente la presencia del carácter colectivo de su lucha, sobre todo en el primero. El demandar la desaparición de las haciendas y defender a los pueblos marca claramente la distancia con los movimientos que resaltan o enarbolan las características supuestamente innatas de los individuos. La lucha zapatista fue por el territorio, por las aguas, por su derecho a gobernarse, por rescatar las resistencias de los dominados, de ahí su fuerza social, de ahí la dignidad del movimiento.
Emiliano Zapata fue un caudillo, cuya presencia en los pueblos de Morelos, no surge al llamado de Madero con su Plan de San Luís. Para 1910, los pobladores del municipio de Villa de Ayala ya lo habían nombrado su calpuleque, o sea el que representaba al calpulli, para su defensa ante los constantes despojos de las haciendas azucareras de la región. Fueron varios sus confrontaciones con los hacendados, así como sus viajes a Cuernavaca y a la ciudad de México, acompañado por las autoridades tradicionales de otros pueblos para proteger la integridad de las tierras comunales. Los resultados siempre fueron negativos.
Su firmeza, honestidad y dignidad en la lucha armada, ya sea contra el gobierno de Porfirio Díaz, del de Francisco I Madero, del de Victoriano Huerta o del de Venustiano Carranza, encontraron su ocaso en Chinameca ese fatídico 10 de abril, pues sólo con la traición sus enemigos de clase y políticos pudieron desparecerlo de la contienda.
Durísimo fue el golpe para los pueblos que veían en él al caudillo que les facilitaría llegar a la solución de sus problemas, ya que sus objetivos siempre fueron inamovibles, la reivindicación de los desposeídos del campo, la restitución de los territorios usurpados, en fin, el bienestar para los de abajo. Y pasó lo que casi siempre pasa en estos casos: la gente se niega a aceptar su muerte y empieza a nacer el mito.
Fragmento del parte oficial de la muerte de Zapata dirigido al Gral Gildardo Magaña, según se publicó en 1934 por C. Reyes Avilés:
“Tengo la profunda pena de poner el el superior conocimiento de usted, que hoy como a la una y media de la tarde, fue asesinado el C. Gral. en Jefe Emiliano Zapata , por troipas del llamado Coronel Jesús Guajardo, quien con toda premeditación, alevosía y ventaja, consumó la cobarde acción en San Juan Chinameca….. Así fue la tragedia. Así correspondió Guajardo el alevoso, a la hidalguía de nuestro General en Jefe. Así murió Emiliano Zapata, así mueren los valientes, los hombres de pundonor, cuando los enemigos para enfrentarse con ellos, recurren a la traición y el crimen...”
Testimonio del General zapatista Carmen Aldana, dado en Tepalcingo, Morelos en 1974:
“...Zapata llevaba su escolta a Chinameca. Que llega uno a caballo:
- Le traigo un recado, jefe.
Y se inclinó para que Zapata le recogiera el papel.
- ¿Qué cosa quiere el general?
- Que vaya a una conferencia
- No general, no vaya usted, le dije
No se como llegaron los guachos (los del gobierno), con seis cartones de cerveza para Zapata. Nosotros estábamos al rayo del sol, ya nos andaba de sed. Entonces dice el general:
- ¿Qué van a hacer?
- Vamos a tomar cerveza
- Pero si esas cervezas deben estar envenenadas; qué casualidad, para que se los lleve la chingada
Cuando vimos que le hacen los honores (en Chinameca) con clarín, él sólo se bajó, tiraron de la hacienda al cerro, todos bajamos corriendo, ese Porfirio Palacios Murillo, su secretario también quedó ahí bien muerto, lo enterraron ahí en la hacienda a Zapata lo llevaron a la Villa de Ayala. Llegaron los de allá de Chinameca, iban a ver si era Zapata o no... A Zapata le faltaba un dedo (aseguran que lo perdió con una reata al amansar un caballo) estaba mocho y la persona que estaba tendida tenía sus dedos completos... Un compadre árabe andaba con él, y ese día se desaparecieron los dos; el árabe se lo llevó a su tierra. Y dijo el General Mendoza:
- Ahora infórmense dónde se fue..
El testimonio de un soldado raso llamado Plácido Amacende Pérez, en 1974 afirmó:
“Una mujer de los federales le dijo a Zapata:
- No vaya jefe, porque lo matan, ¡están poniéndole una emboscada!
Dicen que su compadre del jefe Zapata le dijo:
- Compadre no vayas; yo voy. Dame tu traje, dame tu caballo
Y dicen que le dio su traje y su caballo. Ese fue el que se presentó para que lo mataran, pues.
El soldado Miguel Cabrera Rojas de Tlaquiltenango, Morelos en 1975 dijo:
Se rindió Guajardo con Zapata. Iban a trabajar juntos; pero bajo acuerdo se sabía que no, que quería matarlo; pero le tenía miedo; no podía y por engaños, aquí en Chinameca lo logró. Pero no fue él, fue su compadre Jesús Delgado, a ese le dio su sombrero y lo invitaron a la sopa, a comer, estaba todo bien arreglado...”
Otro corrido nos canta:
Han publicado, los cantadores,Una mentira fenomenal, Y todos dicen que ya ZapataDescansa en paz en la eternidadPero si ustedes me dan permiso Y depositan confianza en mí,Voy a cantarles lo más preciso,Para informarles tal como vi. Como Zapata es tan veterano,Sagaz y listo para pensar, Ya había pensado de antemano Mandar otro hombre en su lugar.
Dicen que para muestra basta un botón y aquí tenemos algo de lo que se había construido -por lo menos hasta los años en que corresponden los testimonios- para aferrarse a la existencia del general suriano, pero, ¿por qué la necesidad de esa construcción? ¿Por qué hasta la fecha el aniversario de su asesinato es ocasión, como ninguna otra, de grandes movilizaciones populares de protesta y de demandas sociales fuera de los actos oficiales, por demás hipócritas y demagógicos?
En nuestros días Zapata es una bandera de rebeldía social porque las ideas políticas y sociales de su movimiento siguen con una vigencia plena y vigorosa, basta echarle un ojo a este párrafo de su Plan de Ayala:
«La Junta Revolucionaria del Estado de Morelos no admitirá transacciones ni componendas hasta no conseguir el derrocamiento de los elementos dictatoriales de Porfirio Díaz y de Francisco I. Madero, pues la Nación está cansada de hombres falsos y traidores que hacen promesas como libertadores, y al llegar al poder, se olvidan de ellas y se constituyen en tiranos.»:
¿No encaja perfectamente, si en lugar de los personajes mencionados ponemos los nombres de gobernadores como Ruiz Ferro de Chiaps, Rubén Figueroa, de Guerrero, Estrada Cagigal de Morelos, Mario Marín de Puebla, José Murat o Ulises Ruíz de Oaxaca, o cualquiera de los últimos diez presidentes de la república?
Finalmente no podemos dejar de mencionar la existencia de los principios del movimiento suriano en el alma de la resistencia y propuesta política del Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Al igual que el General en Jefe Emiliano Zapata, los zapatistas contemporáneos no se la están jugando por llegar al poder, buscan como él, el bienestar de los desposeídos, de los de abajo, de los del México profundo, de los que han abonado y alimentado la civilización negada por este asesino sistema social de los ricos poderosos, sostenido por los malos gobiernos.
Por eso, a los que este sistema nos ha causado dolor de cualquier manera nos proponen que nos unamos y luchemos por una nueva relación entre los gobiernos y los gobernados, donde el que mande, mande obedeciendo, y alcancemos un mundo donde quepan todos los mundos que han sido negados, o sea donde quepan todos los que formamos el pueblo de México y que ya no queremos más ese sistema social. ¿No es eso lo que quería el general Zapata?
…Y es que Zapata está vivo, pero vivo de verdad… ¿Quién puede negarlo?
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