martes, 19 de febrero de 2008

La revolución de los caracoles



Encuentros con los zapatistas

Rebecca Solnit

La Garrucha, Chiapas. Yo crecí escuchando discos de acetato, densas espirales de información que tocábamos a 33 1/3 revoluciones por minuto. El uso original de la palabra revolución tenía este sentido —algo que giraba o se daba vuelta, la revolución de los cuerpos celestes, por ejemplo. Es interesante pensar que así como el término radical viene de raíz en latín y significaba ir a la raíz del problema, así revolución originalmente significa rotar, girar, retornar, completar un ciclo, algo que quienes viven según los ciclos agrícolas saben muy bien.


Vivimos tiempos revolucionarios, pero la revolución que vivimos y atravesamos es un lento girar (de una serie de creencias y prácticas a otra), una vuelta tan lenta que casi a toda la gente se le escapa observar que nuestra sociedad gira —o se rebela. El verdadero revolucionario tiene que ser tan paciente como un caracol.


La revolución no es algún cambio repentino que habrá de llegar, sino la muy transformadora y cuestionante atmósfera en que todos hemos vivido desde hace cincuenta años: por lo menos desde los asombrosos sucesos de 1989, cuando los pueblos de Europa oriental se liberaron sin mucha violencia de sus gobiernos totalitarios pro-soviéticos; en 1991, cuando el pueblo de Sudáfrica socavó el régimen blanco de apartheid de su país; en 1992 cuando los pueblos nativos del continente americano le dieron la voltereta al 500 aniversario de la llegada de Colón a este hemisferio, y reinvindicando que aquí siguen rescribieron la historia de un modo radical, o incluso en 1994 cuando este modo radical escribió un nuevo capítulo en el Sureste mexicano llamado zapatismo.


Hace cinco años, la revolución zapatista tomó como uno de sus símbolos principales el caracol, como animal y como figura espiral. Su revolución da vuelta en espiral hacia fuera y hacia atrás, alejándose de algunos de los colosales errores de la enajenación salvaje del capitalismo y la regimentación del industrialismo, y buscando modos antiguos y las pequeñas cuestiones. También gira en espiral hacia dentro mediante nuevas palabras y nuevos pensamientos. La maravillosa fuerza de los zapatistas viene de su ser, profundamente enraizado en el pasado antiguo (“enseñamos a nuestros niños nuestra lengua para mantener vivas a nuestras abuelas”, como dijo una mujer zapatista) y en lo profético del mundo a medio nacer donde, como dicen, muchos mundos son posibles. Ellos viajan en sus espirales a ambos lados. Continuar leyendo

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