lunes, 12 de noviembre de 2007

Los intelectuales y Acteal



Francisco Javier Guerrero Mendoza

Recientemente una amiga holandesa que lleva tres años residiendo en México, asombrada ante el escaso número de intelectuales que aparecen en la televisión mexicana, preguntó: “¿Éstos son los únicos intelectuales que hay en México? ¿O son los únicos que aparecen guapos en la pantalla televisiva?” Le contesté que no son tan guapos como para que Paty Chapoy los alabe, pero sí son los únicos… los únicos que aparecen bellos a los ojos del poder.

Sin duda, el movimiento estudiantil de 1968 (precedido por movimientos populares como los de los ferrocarrileros y maestros, y sucedido por otros, como el de los electricistas y varios más) transformó de manera decisiva el ambiente cultural en México e impulsó la libertad de expresión; fue por ello que intelectuales a través de diversos medios de comunicación, los adoradores de todo tipo de censuras fueron cediendo terreno y la oposición se hizo presente en diversos campos de la vida social.


Incluso algunos individuos con sicología de inquisidores, como Regino Díaz Redondo, quien en una época dirigió Excélsior (gracias a una maniobra impulsada por el Luís Echeverría) presumía que en su periódico escribían notorios opositores de izquierda como Valentín Campa y Sergio de la Peña. Pero olvidó agregar que una mosca (o dos, o tres) no hacen verano, y también olvidó mencionar que, entre otros muchos actos de represión, expulsó de Excélsior a René Avilés Fabila y a sus colaboradores por haber criticado por su mala gestión al entonces presidente Ernesto Zedillo, al que muchos indicios señalan como instigador de la matanza de Acteal en Chiapas.


Pero frente al ascenso de los movimientos populares, la respuesta de los grupos dominantes no se hizo esperar, incluso el ala más nacionalista y estadolatra del partido oficial fue desplazada del poder y sustituida por una tecnocracia “globalizadora” derechista al servicio del capital monopólico, tanto nacional como extranjero. Se acentuó la represión contra los sectores populares y se cometió un fraude en las elecciones presidenciales de 1988, con objeto de impedir que Cuauhtémoc Cárdenas, adversario de esa tecnocracia neoliberal, llegara a la Presidencia.


La antropóloga Rosalía Aída Hernández escribió: “Por lo visto nuestro trabajo no logró contrarrestar a los ideólogos del Estado, que 10 años más tarde regresan a la hipótesis de las pugnas intracomunitarias para justificar la impunidad y evitar que se castigue a los verdaderos responsables al más alto nivel estatal y federal” (La Jornada, 27/10/07). seguir leyendo

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