En 1968 se dio una explosión ante el autoritarismo que había cerrado los canales de expresión, manifestación y organización. En el 68 el pueblo se rebeló ante el autoritarismo, la sinrazón, el cinismo. En el 68 todo empezó con un incidente que se generalizó. En el 68, había en las montañas y las ciudades movimientos armados que eran catalogados de comunistas y subversivos, pero que cada día crecían más y más.
En el 68 había un descrédito del PRI (partido casi único) y de sus satélites. Poco a poco las instituciones perdían credibilidad ante los trabajadores y cada vez menos gente se creía el cuento de que los gobiernos mexicanos eran revolucionarios, herederos de las gestas heroicas que encabezaron Villa, Zapata y Flores Magón.
A nivel mundial, en 1968, había luchas nacionales e internacionales triunfantes. En México estaba fresco (y muy cercano) el triunfo de los revolucionarios cubanos. En África se sucedían los triunfos en contra del colonialismo y en Vietnam el pueblo resistía la invasión norteamericana. Las contradicciones también se daban en el llamado campo socialista y las imágenes de los tanques rusos entrando a reprimir jóvenes en Checoslovaquia le rompieron el esquema político a más de uno.
En el 68 los Estados Unidos no estaban exentos de todas estas contradicciones: con un gobierno débil se obstinaban en seguir la matanza en Vietnam, entre otros pueblos a quienes les hacían la guerra. Los “existencialistas” cuestionaban la sociedad de consumo con todos sus valores superfluos y los hippies enfrentaban la represión con el símbolo de “amor y paz”.
En 1968 los pueblos se refugiaban en sus culturas, en su música, en sus vestidos, en sus costumbres, en sus comidas, en sus filosofías. En 1968 las culturas asiáticas se movían por Europa al igual que los ponchos sudamericanos o las canciones de protesta. En 1968 lo yanqui era símbolo de muerte y explotación.
En 1968, a la alta jerarquía eclesiástica católica se oponían los humildes curas de la teología de la liberación; algunos de ellos se sumaron a las guerrillas, como el cura Camilo Torres en Colombia.
Después de una cadena de innumerable de triunfos populares, vinieron los golpes militares, las masacres, los desaparecidos, las matanzas, las plazas de las tres culturas, las guerras sucias, con bayonetas, grupos paramilitares, con los Pinochet, los Videla, los Díaz Ordaz, los Echeverría.
Inició así una larga lucha de resistencia. Conforme fueron derrotando a los contingentes populares, atrás de los soldados vinieron los inversionistas, la Coca Cola , los gobiernos neoliberales, el saqueo despiadado de los recursos naturales, el desgaste ecológico en aras de la ganancia monetaria. La filosofía que sustituyó a la solidaridad y el comunitarismo fue el individualismo, la sociedad de consumo. Seguir leyendo
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