sábado, 31 de marzo de 2007

La caída

Escrito por Gustavo Esteva

Oaxaca es un anticipo de fenómenos que se extienden por todo el país y se conectan muy directamente con las cuestiones de la comunicación y los medios. Es útil examinarlos en su contexto.

La producción social de verdad

Nos gobernamos a nosotros mismos y a otros con base en ciertas fórmulas, ciertos enunciados, que asumimos como verdaderos. Se nos aparecen como la verdad. Son la verdad de nuestro comportamiento.

Algunos enunciados religiosos guían el comportamiento de mucha gente. Millones de personas se apegan al decálogo para distinguir el bien del mal y orientar su conducta cotidiana. De la Biblia o el Corán se desprenden fórmulas que forman principios morales. Por muchos siglos, enunciados de este tipo inspiraron el comportamiento colectivo en torno a una cosmología religiosa inserta en el poder político y la organización social.

Cada vez más, sin embargo, en los últimos siglos, las normas de la convivencia escaparon de su tejido religioso, que se había convertido en una simple envoltura legitimadora de las estructuras de poder. Las nuevas normas partieron de la iniciativa y la voluntad de ciudadanas y ciudadanos que desafiaron a reyes o dictadores que establecían autoritariamente las normas a las que todo mundo debía sujetarse. Los Fueros de España, el parlamento inglés o las instituciones creadas por las revoluciones francesa y estadounidense son hitos que ilustran claramente el camino que siguieron las sociedades modernas para constituir las bases fundamentales de la democracia.

Las propias estructuras del sistema de representación, empero, crearon la posibilidad de que se pervirtiera la formulación democrática de las normas sociales. Los representantes que se instalaron en los poderes constituidos, por medio de elecciones o revoluciones, se corrompieron en todas partes. En vez de representar a la gente, a quienes los habían llevado al poder con su voto o su fusil, representaron cada vez más a las elites económicas y políticas y a grupos de interés. Se creó así un régimen institucional de producción de verdad en que las normas de convivencia, formuladas desde arriba para beneficio y protección de unos cuantos, se imponen injusta y arbitrariamente sobre ciudadanas y ciudadanos, con el respaldo de un aparato jurídico y un sistema judicial puestos también al servicio de esas elites, siempre aparadas en el monopolio de la violencia legítima encomendado al Estado.

En los últimos veinte años, otra forma de corrupción de la democracia apareció en todas partes. El régimen institucional de producción de las normas sociales escapó paulatinamente de los poderes constituidos, que se convirtieron en simples operadores formales de otras voluntades. En la era de los medios de comunicación masiva se produjo lentamente un golpe de estado incruento, en virtud del cual un nuevo tejido de intereses económicos e ideologías políticas tomó por asalto el sistema institucional de producción de la verdad social. Lo hizo sin derecho, permiso ni razón. Aprovechó la reconfiguración de la mentalidad social que las nuevas tecnologías hicieron posible para arrebatar tanto a ciudadanas y ciudadanos como a los poderes constituidos la capacidad de definir las normas de convivencia. Poco a poco redujeron la actividad política, el proceso a través del cual los pueblos identificaban el bien común y buscaban la comunión en la diversidad, a un proceso mediático bajo control y manipulación de los operadores. Estos operadores y sus imperios económicos transnacionales son hoy los dictadores: los que dictan la verdad social, las normas básicas de nuestra convivencia.


Comunicación y democracia

Le seguimos llamando democracia a todo este sistema sólo porque se siguen respetando ciertas formas democráticas: se ocupan los cargos del poder constituido a través de procedimientos electorales más o menos eficaces, se establece formalmente la división de poderes y su sistema de frenos y contrapesos y se impulsa la transparencia y la rendición de cuentas. Pero ninguna de esas formas logra encubrir la condición profundamente antidemocrática de las sociedades actuales, según la cual unos cuantos conciben, promulgan e implantan la verdad social y castigan sin piedad a quienes se apartan de ella. La creciente concentración de los medios en unas pocas manos ha desmantelado el último mecanismo que pretendía dar una apariencia democrática al sistema: la medición de audiencia, el famoso rating, con la que se crea la ilusión de que la gente tiene la última palabra al manifestar sus preferencias. El dispositivo se vuelve ridículo cuando la supuesta competencia se establece y regula desde los propios operadores.

Esta progresiva destrucción de las bases fundamentales de las democracias modernas es enteramente universal. No hay sociedad que haya logrado escapar al fenómeno, aunque algunas limitaron ya su alcance.

Afortunadamente, es igualmente universal la reacción que el proceso ha generado. En medio de intenso debate público, un vigoroso movimiento social intenta modificar el estado de cosas. En general sigue dos vertientes: se busca, por una parte, generar reformas legales e institucionales que devuelvan su carácter a los medios de comunicación, como instrumentos al servicio de la sociedad; por otra parte, se toman iniciativas para que la propia gente emplee nuevas y viejas tecnologías y se ocupe por sí misma de su interacción, sin la intermediación de los medios de comunicación masiva.

En ambas dimensiones México ocupa un lugar especial. Destacamos, por desgracia, por la concentración antidemocrática de los medios de comunicación masiva y por la subordinación a ellos de los poderes constituidos. La llamada “Ley Televisa” entró ya con honores al museo del horror de la cultura legislativa de este país. Al mismo tiempo, por fortuna, destacamos también por la calidad del movimiento social de afirmación democrática que tiene lugar en el país y por algunas experiencias innovadoras que están recuperando para la sociedad el régimen de producción de verdad.


Los medios y la turbulencia oaxaqueña

Me ha parecido necesario presentar esta larga introducción para dar contexto apropiado a lo ocurrido en Oaxaca durante el último año. Se está librando aquí una gran batalla democrática para crear una nueva sociedad. Los medios de comunicación constituyen uno de los frentes principales de lucha.

Los medios convencionales

Debemos agradecer a los medios convencionales, particularmente la televisión, la vigorosa y continuada lección que nos dieron. Nunca se había visto una distorsión tan grosera y evidente de los acontecimientos. Quienes estábamos aquí podíamos contrastar con rabia y horror la inmensa distancia existente entre lo que experimentábamos cotidianamente y lo que esos medios proyectaban al país entero. Se llegó a grados de cinismo y manipulación sin precedente claro. El propio Goebbels, maestro universal de la mentira, hubiera quedado asombrado ante esos excesos.

La operación tuvo un efecto político evidente. Construyó una verdad social de nuestro movimiento, a escala nacional, que se empleó sistemáticamente para aislarnos. El 21 de enero Carlos Monsiváis se preguntó: “¿Por qué no se ha producido una gran movilización nacional en defensa de Oaxaca y su gente agredida, golpeada, vulnerada tan vastamente?... ¿Por qué se ha decidido sin deliberar que es mejor ver de soslayo o no enterarse de los agravios bárbaros a los derechos humanos?” (La Jornada, 21/01/07). La respuesta se encuentra en parte en la operación mediática. Los medios se emplearon no solamente para tender un velo sobre lo que aquí pasaba, como ocurre de costumbre. Se usaron también, encarnizadamente, para construir una imagen del movimiento que era exactamente lo opuesto de su carácter real. Se buscaba suscitar rechazo social y político al mostrarlo como un ejercicio de crueldad y violencia realizado por un grupo de facinerosos. Se buscaba también, de manera sistemática, justificar la intervención represiva de las fuerzas federales. Había que dar a los delincuentes un castigo proporcionado a sus crímenes. Un conocido desinformador, Ciro Gómez Leyva, sintetizó eficazmente la estrategia: “¡Que se joda Oaxaca!”, señaló en su programa.

El fenómeno fue tan general que tendría buen sustento empírico la idea de una conspiración. Sin embargo, aunque hubo sin duda maniobras procedentes de la Secretaría de Gobernación, interesada en contribuir a esa imagen distorsionada, tiene mejor sustento la interpretación que atribuye el hecho a una reacción refleja por coincidencia de clase e ideología: los intereses que los medios representan se sintieron directamente amenazados por la rebelión oaxaqueña de los insumisos y actuaron en consecuencia, para proteger esos intereses y para destruir al que identificaron como enemigo. Todo permite pensar que las clases políticas y los poderes constituidos quisieron creer la imagen que contribuyeron a construir y actúan ahora como si fuera cierta.

La campaña tuvo un éxito que tiende a ser pírrico y temporal. Las excepciones heroicas en ciertos espacios de los medios convencionales, las redes alternativas de comunicación, acciones imposibles de ocultar o negar y la eficaz intervención de cadenas de solidaridad, han estado desgarrando el velo que se había tendido. La verdad construida por los medios convencionales, particularmente la televisión, ha estado cayendo por su propio peso y socava continuamente la escasa credibilidad que les quedaba. Más que una verdad alternativa, aparece cada vez más una pluralidad de verdades socialmente construidas, que corresponde a la naturaleza de nuestro movimiento de movimientos y también a la pluralidad real de la sociedad.

En Oaxaca, la campaña tuvo un impacto enteramente contraproductivo. Destruyó profundamente, en amplias capas de la población, la credibilidad que les quedaba a los medios convencionales y estimuló la búsqueda de fuentes alternativas de información y formas más democráticas de constituir las propias convicciones. La rabia y la frustración que provocaba el obsceno espectáculo que ofrecían esos medios generaron iniciativas y actitudes llenas de ingenio y valentía, llevando más lejos los impulsos básicos del movimiento.

Sin embargo, la campaña también logró profundizar la polarización social que el movimiento había hecho evidente. Estimuló también, conforme al modelo ensayado a escala nacional en las elecciones presidenciales, formas de odio y temor entre diversos sectores sociales. En algunos casos, particularmente en medios ilegales patrocinados por empresarios privados y el gobierno, se promovió directamente la violencia. Este aspecto de la campaña ha dejado huellas profundas y exige acciones proporcionales al daño causado, que apenas han empezado, para avanzar por el camino de la reconciliación.

Un ama de casa sintetizó brillantemente, en una de las sesiones de este Encuentro, lo que había ocurrido. “No le voy a dar oportunidad de redención”, le dijo a uno de los más conocidos comunicadores de Oaxaca; “nunca más lo voy a escuchar. Por diez años seguí atentamente sus opiniones y comentarios. Me inspiraba inmensa confianza. Era lo que se dice mi líder de opinión. Lo que usted decía formaba la mía. Pero me gusta conocer los hechos de primera mano. Y esta vez fui una y otra vez adonde las cosas ocurrían, a las marchas, a los plantones, a todo. Y luego comparaba lo que había visto y experimentado con lo que usted decía. Era una mentira grosera, insoportable. No podía dar crédito a mis orejas. En unos cuantos días se me cayó un ídolo de diez años. Descubrí que tenía los pies de barro. Nunca más le voy a creer.”

El saldo final de todo esto es claramente positivo. La sociedad oaxaqueña se está sumando, con pleno conocimiento de causa, al movimiento social que en todo el país intenta poner coto a los desmanes del sistema privado de comunicación social y generar reformas legales e institucionales apropiadas.


El gobierno del Estado

Debemos agradecer a Ulises Ruiz la lección que nos dio en materia de comunicación.

Nunca se habían gastado tantos recursos públicos, en Oaxaca y en términos proporcionales en el país entero, en una campaña como la que se realizó aquí, utilizando a un altísimo costo todos los medios locales y nacionales disponibles para hacer propaganda favorable a un gobernador.

Nunca antes, que yo sepa, una campaña de propaganda comercial o política había fracasado tan espectacularmente y había producido, como ésta, un efecto tan contrario al buscado.

Ofrecemos un caso ideal para los estudiosos, que contradice todas las convicciones sobre la función de los medios de comunicación masiva.

La campaña buscaba proyectar una buena imagen del gobernador. Por muchos meses, Ulises Ruiz no pudo acudir a sus oficinas ni aparecer en público. Hasta hoy no puede circular por el Estado si no lo hace rodeado de policías y acarreados. Por todas partes encuentra agudo rechazo popular.

Ulises Ruiz le prometió un millón de votos a Madrazo. A pesar de que el año pasado se llegó a extremos sin precedente en el uso partidario de los recursos públicos, la intimidación política, la agresión directa, las mapacherías y el abuso en los medios, el 2 de julio el PRI cayó en Oaxaca a la tercera posición.

¿Es falso entonces que los medios puedan generar la verdad social y manipular a la gente, guiando su comportamiento? ¿Es falso lo que acabo de sostener, repitiendo una convicción general, en cuanto al papel de los medios en la actividad política y la vida democrática?

Para esclarecer estas cuestiones necesitamos profundizar el análisis de otras cuestiones que se hicieron sentir claramente en este proceso.


Los medios alternativos

Cuatro fenómenos crearon en Oaxaca una combinación única de circunstancias que afectó decisivamente el proceso en que nos encontramos.

Medios comerciales…alternativos

Por razones bastante conocidas, que se exploraron en este Encuentro, un periódico y una cadena de estaciones de radio entraron en conflicto con las autoridades locales y abrieron sus espacios a voces emanadas del movimiento y a informaciones menos prejuiciadas. Esos medios no sólo lograron una audiencia mucho mayor a la que tenían, sino que también se convirtieron en un mecanismo multiplicador de versiones alternativas a la verdad dominante.

La ocupación de medios públicos y privados

Por primera vez, en México y en el mundo, un movimiento social ocupó y operó por un plazo largo una estación pública de radio y televisión y estaciones privadas de radio. Esto sólo ha ocurrido bajo condiciones de guerra civil, cuando grupos insurgentes ocupan amplios territorios.

Debemos reconocer que el hecho fue posible por la coyuntura. El presidente Fox había desertado hacía tiempo de sus funciones, empleaba lo que quedaba de sus facultades para desquites personales y asuntos familiares, y estaba ansioso por dejar el cargo. El nuevo presidente aún no sabía si llegaría a serlo. Los poderes estatales, por su parte, estaban claramente incapacitados de actuar. Fue posible hacer algo que normalmente está fuera del alcance popular.

Estas circunstancias contribuyen a explicar lo ocurrido, pero no disminuyen el mérito de quienes con ingenio y valentía realizaron esta ocupación pacífica de algunos medios y crearon por varios meses una clara opción a la verdad dominante.

El uso que se dio a esos medios no fue el más afortunado. Aunque tuvieron cabida voces muy distintas, a través de llamadas de la gente –que así pudo oírse a sí misma, amplificada por esa poderosa caja de resonancia-, las estaciones quedaron en manos de organizaciones políticas que actuaron con vocación excluyente, impidiendo que se oyera la pluralidad de voces del movimiento. De este modo reprodujeron en alguna medida, con intención ideológica enteramente distinta, el modelo comunicativo dominante, en que el operador del medio se convierte en dueño de la verdad, en quien la constituye. Aún así, empero, existió una opción.

La intervención de medios alternativos

Sería imposible dar cuenta aquí de la riqueza y variedad de los medios alternativos en Oaxaca, cuyo número y presencia se multiplicaron exponencialmente en el último año.

Por décadas se acumuló aquí experiencia en el uso de radios locales propias y de las radios del sistema público indígena, lo que contribuyó a afirmar la autonomía de los pueblos de Oaxaca. Esta experiencia adquirió nuevo sentido en este periodo al abrirse al debate público y el análisis político bajo condiciones de conflicto. Merecen análisis cuidadoso transmisiones como las de Radio Plantón y Radio Universidad, que cumplieron funciones de enorme importancia en momentos críticos. Igualmente, hace falta mayor análisis de lo ocurrido en otras radios comunitarias y en el uso autónomo de la red, tanto en páginas electrónicas como en transmisiones de radio. Se creó una auténtica cadena de radio por Internet, que transmitía en vivo informes cotidianos de los acontecimientos y los analizaba. Oaxaca es hoy el estado de la República con mayor número de radios comunitarias, la mayor parte de ellas instalada en meses recientes, y la riqueza de sus ejercicios electrónicos es poco menos que pasmosa.

Para no alargarme más en ese tema, que merece amplia consideración, sólo quiero subrayar que fue posible contar con una pluralidad de fuentes de información y de testimonios, que enriquecieron de manera notable la percepción de lo que estaba ocurriendo.

La tradición innovadora

Desde mi punto de vista, el factor que en mayor medida influyó en el cuestionamiento de la verdad dominante y en la gestación de verdades alternativas fue la tradición de autonomía de los pueblos de Oaxaca.

Es bien conocida la forma en que los pueblos y comunidades indígenas del estado han logrado mantener sus propios espacios de gobierno y justicia, conforme a sus propias tradiciones. Oaxaca tiene la quinta parte de los municipios del país, con menos del 4% de la población, y en cuatro de cada cinco de esos municipios se aplican los procedimientos tradicionales, tanto para constituir la autoridad como para el ejercicio del poder político y administrativo, la administración de justicia y la organización social. Esa tradición tiende a ser una forma de resistencia efectiva a las verdades dominantes, que son siempre objeto de sospecha y a menudo son cuestionadas abiertamente. Es, sobre todo, una forma de construir las normas sociales desde la propia gente.

Se desconocía, en cambio, que un tejido semejante y capacidades autonómicas similares existían también en la capital del estado. La movilización y la organización de barrios populares, que habitualmente se engloba en el denominado movimiento popular urbano, parecían invisibles en Oaxaca –salvo para condenarlas en una de sus manifestaciones: la acción de marqueros y grafiteros que no dejaban pared intacta. Las barricadas, más de mil, cada noche, por varios meses, constituyeron un fenómeno excepcional de interacción social y política, que incluyó cruces generacionales y de género de gran valor. Fueron núcleos en que se estuvo gestando continuamente una nueva verdad social.

Se ha repetido hasta el cansancio, por muy buenas razones, que las mujeres han sido protagonistas centrales del movimiento, en todos sus aspectos. Estoy convencido de que fueron también decisivas en el campo de la comunicación. No sólo cumplieron una función única en el uso de la radio y la televisión, particularmente en circunstancias difíciles. También trajeron al movimiento un aliento fresco, que combinaba espontaneidad e imaginación con una percepción profunda e informada, a ras de tierra, desde las entrañas de la sociedad, de lo que se era y de lo que se quería.

El quiebre

Por todos estos factores, y otros muchos que no puedo analizar aquí, se produjo en Oaxaca un quiebre radical en la relación entre los medios y la sociedad.

Una proporción muy grande de oaxaqueñas y oaxaqueñas desafió aquí y sigue desafiando hasta ahora, de modo tajante, los productos políticos que los medios de comunicación masiva han estado ofreciendo como la verdad de lo ocurrido y como la verdad de las normas morales, políticas y sociales que han de orientar nuestros comportamientos. Si algo ha conseguido ya el movimiento es socavar radicalmente las bases mismas de la producción institucional de verdad.

El quiebre representa también una nueva relación con los medios alternativos. Un número creciente de personas, grupos y comunidades no sólo busca ahora fuentes alternativas de información y acceso a opiniones y debates distintos a los dominantes, sino que intenta también hacerse de sus propios medios. Parecen convencidos de que la libertad de expresión resulta vacía mientras no se manifiesta como capacidad de expresión. Tratan de tener esa capacidad y la están forjando –en medios impresos o electrónicos, en prácticas de interacción directa, en actividades artísticas diversas y a través de muchos otros mecanismos. En ese camino, realizan el ataque más grave que pueda imaginarse contra los medios convencionales: los abandonan.


La construcción democrática

Lo que se llama el “conflicto” de Oaxaca, con reduccionismo perverso, es un movimiento de movimientos que viene de lejos. Procede de tradiciones muy oaxaqueñas de lucha social, pero es estrictamente contemporáneo en su naturaleza y perspectivas y en su apertura al mundo. Debe su radicalidad a su condición natural: está a ras de tierra, cerca de las raíces. Adquirió tinte insurreccional tras intentar todas las vías legales e institucionales para presentar sus reivindicaciones y encontrar azolvados los cauces políticos que recorría. Pero no baila el son que le tocan. Compone su propia música. Inventa los caminos cuando no hay acotamientos.

El movimiento adoptó rápida y claramente la política de un NO y muchos SÍes, característica de muchos movimientos sociales contemporáneos. Esta política encuentra un factor de unificación y articulación en un rechazo común a una acción u omisión, a una política, a un funcionario o a un régimen, pero admite al mismo tiempo la pluralidad de afirmaciones, proyectos, ideales e ideologías que define la condición real del mundo y es muy clara en Oaxaca.

La diversidad que caracteriza a los innumerables movimientos y organizaciones impide definir un camino único. Existen realmente numerosos SÍes que están siendo impulsados por quienes participan. Aunque haya convergencias y superposiciones claras, los planteamientos de los movimientos indígenas, por ejemplo, no son idénticos a los que hacen los ambientalistas o quienes se concentran en el patrimonio histórico o los derechos humanos.

Entre las luchas en las que parece haber mayor convergencia destacan tres diversos empeños democráticos, que vienen de lejos.

  • Una lucha muy específica busca el perfeccionamiento de la democracia formal. Todo mundo sabe que las elecciones han sido siempre un cochinero, en que los ciudadanos son intimidados y manipulados durante las campañas y las jornadas electorales están llenas de vicios. Muchas personas han estado luchando por reformas en las leyes y las instituciones respectivas, para lograr que los procesos electorales sean realmente democráticos.

  • En los últimos años se ha fortalecido en Oaxaca una lucha por implantar entre nosotros la democracia participativa. Se trata de conseguir que los ciudadanos y sus organizaciones participen en la gestión del gobierno, eliminando la discrecionalidad de las decisiones públicas. Se busca incluir en la legislación y en la práctica institucional instrumentos que permitan una efectiva participación ciudadana:

    • Iniciativa popular. Se intenta que los ciudadanos puedan formular las normas que rigen su convivencia, las leyes, y que si reúnen un número suficiente de firmas el Congreso local se vea obligado a considerar sus iniciativas e incluso a aprobarlas.

    • Refrendo y plebiscito. Se trata de someter a consulta pública decisiones, políticas o programas de gobierno, para que los ciudadanos las aprueben o rechacen.

    • Revocación del mandato. Implica la capacidad de los ciudadanos de revocar el mandato de cualquier funcionario elegido. Si hubiera existido esa legislación, Ulises Ruiz se habría visto obligado a abandonar sus oficinas hace mucho tiempo.

    • Presupuesto participativo. “Ni una obra más sin consulta ciudadana” se ha empezado a decir. Muchos ciudadanos están hartos de que los funcionarios sigan decidiendo arbitrariamente obras y programas, a menudo en contraposición abierta con la voluntad de la gente.

    • Transparencia y rendición de cuentas. Se mantiene desde hace años una lucha tendiente a lograr que se de información oportuna y completa de todos los actos de gobierno, para someterlos a control.

    • Contraloría social. Se busca que los ciudadanos y sus organizaciones puedan combatir activamente la corrupción en el uso de los recursos públicos, mediante la supervisión del ejercicio.

  • Quizás el desafío principal de las luchas que se libran ahora consista en poner las que se realizan por la democracia formal y la participativa al servicio de la democracia radical, la que se ha practicado desde tiempo inmemorial en las comunidades y municipios indígenas. Se intenta ahora extender esa forma de gobierno a toda la sociedad, empezando por la formación de cuerpos regionales que sean instancias de gobierno autónomo.

Mientras las dos primeras luchas democráticas se concentran en reformas legales e institucionales, mediante movilizaciones que presionen a los poderes constituidos, la tercera se concentra en la iniciativa popular –en lo que puede hacer la gente, por sí misma, para transformar sus condiciones de vida.

El empeño no se detendrá. Seguramente los diversos movimientos que lo forman tendrán diversa vitalidad y presencia en el escenario político, pero ninguno desaparecerá o se paralizará. Estamos ante un gran despertar. Se padece aún el impacto de la salvaje represión de finales de 2006. Hay muchas familias destrozadas y prevalecen en muchos sectores y ámbitos de Oaxaca la incertidumbre, el temor y la angustia económica. Pero al mismo tiempo el movimiento está mostrando inmensa capacidad de recuperación y empieza a multiplicar sus iniciativas. Se afirma en todo el estado la convicción de que estamos en el umbral de una transformación profunda. No hay sector o aspecto de la realidad oaxaqueña que no se haya sacudido hasta sus cimientos. Los vientos de cambio circulan por todas partes.

Nuestro movimiento de movimientos trajo un viento fresco de renovación a Oaxaca, en un periodo oscuro de su historia. Le abrió un nuevo horizonte de esperanza, cuyo carácter innovador, especialmente para la articulación intercultural de la diversidad y en la aplicación contemporánea de la tradición asamblearia, está siendo fuente de inspiración para muchos otros movimientos en México y en el mundo. Los medios han sido, son y serán un aspecto central de la transformación en que nos encontramos.

* * *

El 12 de octubre se lanzó, en el atrio de Santo Domingo, la Iniciativa Ciudadana de Diálogo por la Paz, la Democracia y la Justicia en Oaxaca. Fue convocada en términos muy concretos. “Necesitamos –se dijo- hablarnos, escucharnos, aceptar nuestra diversidad, reconocer nuestras coincidencias y diferencias y el origen de nuestros conflictos y sentar entre todos y todas bases más sanas y justas para nuestra convivencia armónica”. En ese marco, como expresión de esa iniciativa, se realiza este Encuentro.

A veces, en la historia, se registran casos en que un pueblo abandona la verdad de un régimen y la sustituye por otra, pero los personeros del antiguo régimen, quienes lo personificaban, siguen aún en el cargo por un tiempo. Parece que el régimen todavía está ahí. Pero es una ilusión. Cuando eso ocurre, del cadáver insepulto del régimen que murió brotan todo género de pestes. Prolongar esa situación es causa de muchos males y conflictos, porque hay una contradicción sustancial entre las estructuras formales del poder, basadas en normas ya muertas, y los comportamientos reales de la gente, que se guían por las nuevas normas.

En Oaxaca, hoy, se constata todos los días la increíble afirmación de dignidad que han estado haciendo los pueblos de Oaxaca. Vivimos hoy sustentados en esa afirmación, para continuar nuestra resistencia y sobre todo para realizar nuestra tarea: construir la nueva sociedad, a partir de la verdad social que hemos construido desde nuestras tradiciones y nuestras innovaciones contemporáneas y que nos exige todos los días nuevas invenciones.

San Pablo Etla, marzo de 2007

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